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Anaïs Gauthier: Operación Estasis

Nació en 1991. Vive y trabaja en Montreuil, Francia. Se graduó en EESAB, Lorient, en 2016. Las esculturas de Anaïs Gauthier son ante todo máquinas intrigantes, estructuras paradójicas. La asociación de elementos contradictorios, el movimiento, la destrucción no son sólo cuestiones formales sino que convocan el deseo que anima estas formas y la ansiedad que las envuelve. Si estas esculturas resultan a la vez familiares y extrañas es porque conducen a ese trastorno de la percepción en el que falta el lenguaje. No poder decirse es la característica de la expresión plástica pero, en última instancia, es bastante raro que una obra nos enfrente a ello de una manera tan directa.

Incluso antes de entrar en la instalación, como se entraría en un útero sagrado y mecánico, se oye este ruido. El ligero chasquido de los fluidos que escapan de su matriz, el ronroneo de los cabrestantes que se activan en un continuo movimiento de ida y vuelta. Al pie de las escaleras, una lámpara de araña se balancea en el hueco de un tragaluz. Anuncia el vals cinético que suena arriba. Y aquí estamos. O ? No podemos decirlo con certeza. Al revelarse, reproducirse, ampliarse, la arquitectura del lugar casi desaparece para dar paso a un ambiente compuesto de estratos que forman un coro. Un rizoma de tuberías suspendido atraviesa la habitación a ambos lados, permitiendo la circulación de fluidos y la compleja red del sistema en funcionamiento. En los extremos de los tubos, dos lámparas de araña hechas de una superposición de acero inoxidable, cera y silicona descienden pesadamente de una manera decididamente dramática. A medida que descienden, se hunden en agua lechosa contenida en grandes depósitos cubiertos de mosaicos de color azul pálido y verde. El conjunto se entrelaza dentro del espacio que se ha convertido en soporte de una fantasía de carne y acero.

El propio título de la obra, Operación Estasis, evoca tanto la introspección como el deseo de observar lo que está latente, de escudriñar la mecánica profunda del universo que generalmente escapa a nuestra mirada. Anaïs Gauthier nos sumerge en el corazón de un entorno higienizado, a medio camino entre el mundo médico y el industrial. Se trata, en definitiva, de “cuidar las cosas”, según los términos de Jérôme Denis y David Pontille, quienes exploran en su obra homónima lo frágil que nos rodea y la noción de mantenimiento como “el arte de hacerlo durar”. Este cuidado por las cosas es también el de todos los cuerpos dañados, fragmentados, imperfectos que encuentran refugio en esta arquitectura donde domina el mosaico, al igual que el hammam o las termas. Simbólicamente, el agua ocupa un lugar central en esta pieza, purificadora e incontrolable, como una fuerza esquiva. Sin embargo, la balanza parece estar cambiando, ya que la instalación sugiere un posible mal funcionamiento. Se produce una paradoja: este espacio, diseñado para brindar cuidados, está marcado por la suciedad, marcado por el polvo negro de este antiguo páramo industrial, como si estuviera dañado por el tiempo y las dificultades. La extensa red de acero que se despliega en el espacio, por su parte, evoca un mecanismo defectuoso: las tuberías que la componen están obstruidas en algunos lugares con tela, en un intento de controlar las fugas descaradas.

 

 

 

Anaïs sabe acompañar todo el alcance de sus construcciones, tiene la rara inteligencia de abordar el conocimiento y el saber hacer con equilibrio. Cada ensamblaje valora para nosotros que los acogemos, una evidencia compleja, la del vínculo que une las cosas que nos rodean. Inventa híbridos que, en lo inesperado de su ascendencia, nos llegan en performances y posibilidades, estancados, en un tiempo suspendido, ya marcados en sus superficies por una experiencia previa. Sus obras existen tanto por su memoria como por su absoluta novedad. Es a través de este desequilibrio, a través de su evidencia de estar ahí, de haber estado siempre ahí, que cuestionan profundamente nuestro propio lugar, aquí, en este momento. “Lo que reside en las máquinas es la realidad humana, el gesto humano fijado y cristalizado en estructuras que funcionan” Gilbert Simondon.

 

"En mi trabajo se combinan elementos orgánicos y manufacturados, basándose en referencias arquitectónicas y muebles. Estas yuxtaposiciones me permiten cuestionar la relación física con la transformación basada en el movimiento que se hace eco del sistema industrial que heredamos. Hablo de su efecto en nuestros cuerpos y, más ampliamente, de su diseño que infunde nuestros estilos de vida y nuestras percepciones. A través de instalaciones pongo en escena una fábrica de intimidad y un espacio de producción o formación. Mi investigación visual ofrece los inicios de historias alternativas basadas en la indefinición y la metamorfosis, es una poética del ciclo como renovación. 

La estética del movimiento se materializa en mecanismos que transforman las formas a través de la repetición, los ciclos y una concepción no lineal del tiempo que pasa, se repite, modula y las huellas que deja en él. Evoca lo precario, la fragilidad, la posible mutación y lo efímero. El tiempo queda allí suspendido, pero se desvanece en la instalación efímera, muchas veces in situ. El espacio y el tiempo se comunican tanto en los planos materiales como en los psíquicos. El ruido de los motores, la imposibilidad del silencio en el movimiento cuestionan los paisajes sonoros. Mi investigación tiende a reflejar la complejidad de los sistemas y el entrelazamiento en diferentes estratos entre los seres vivos y las máquinas. Los mecanismos son también ecos de dinámicas psíquicas. La investigación es formal pero también aborda el lenguaje y las imágenes que éste evoca.

Se establecen paralelismos y desplazamientos entre construcciones individuales, estructuras emocionales y estructuras formales. Ciertas características morfológicas de la arquitectura, en particular la religiosa, el lugar de paso, la inmersión y la elevación, se retoman para tender hacia una arquitectura interior. Lo familiar se hace evidente a través de elementos de mobiliario. La representación del cuerpo es sin piel, debilitado, desnudo. Está plasmado en diversos materiales e historias. Está presente en la circulación de fluidos, como los humores, que desvían determinadas imágenes médicas. Están presentes texturas pegajosas, viscosas y rezumantes que son a la vez atractivas y crean un movimiento de repulsión. Los líquidos gotean, riegan y se desbordan. El cuerpo está fragmentado." Palabras de la artista.

 

 

 

 

Hoy, como artista, Anaïs Gauthier lleva en sí un universo único de creaciones con ecos de objetos, muebles o máquinas, que no se contenta con ninguna facilidad ni renuncia. Estar frente a sus obras, moverse entre ellas, es sentir el cuestionamiento de nuestro propio lugar, de la responsabilidad de nuestros actos, de nuestros superadores.

Anaïs sabe acompañar todo el alcance de sus construcciones, tiene la rara inteligencia de abordar el conocimiento y el saber hacer con equilibrio. Cada ensamblaje valora para nosotros que los acogemos, una evidencia compleja, la del vínculo que une las cosas que nos rodean. Inventa híbridos que, en lo inesperado de su ascendencia, nos llegan en performances y posibilidades, estancados, en un tiempo suspendido, ya marcados en sus superficies por una experiencia previa. Sus obras existen tanto por su memoria como por su absoluta novedad. Es a través de este desequilibrio, a través de su evidencia de estar ahí, de haber estado siempre ahí, que cuestionan profundamente nuestro propio lugar, aquí, en este momento.

 

Frágil e irrigada por una fuente misteriosa, la instalación se revela viva, vibrante de colores que evocan el vigor de un organismo en perpetuo movimiento. Aquí el fracaso es el de las máquinas y los cuerpos, dos entidades que parecen fusionarse dentro de la obra. Cuestionando los sistemas de poder que los alienan a ambos, el artista considera su emancipación a través de la metamorfosis y sus posibles mutaciones. Luego pensamos en Silvia Federici y su obra Más allá de las fronteras del cuerpo, que lo considera un objeto histórico, domesticado y violado del que hay que reapropiarse. Para ello, Silvia Federici sugiere: escuchemos atentamente el lenguaje del cuerpo, captando su fragilidad e imperfecciones, para restablecer la conexión mágica que nos une y así superar los límites artificiales que nos separan. Asimismo, Anaïs Gauthier transfigura el vocabulario industrial para cuestionar la alteración de los cuerpos e intentar repararlos. La Operación Estasis se descubre como un enigma visual, un delicado territorio sensorial, existencial, que nos sumerge en una “afectología” propia del ámbito del cuidado. Con su instalación, la artista nos lleva a un viaje en busca de significado, donde todos están invitados a observar lo inobservable y a meditar sobre su fragilidad latente.

 

 

 

 

 

 

Relevamiento por: Virginia Rojas 18/10/2023

Fuentes:

https://yyyymmdd.de/2023-OPERATION-STASE

https://anaisgauthier.org/anais-gauthier/categorya-propos/

https://anaisgauthier.org/anais-gauthier/categorya-propos/

 

 

 

 

 

 

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