ROSEUM Arte Contemporáneo los invita a la inauguración "La mesa está servida" de Mónica Potenza, en esta oportunidad en su versión Tiny Desk adaptada a nuestro espacio, en comparación con lo que fue la versión más extendida la misma exhibición previamente realizada en el Centro Cultural Paco Urondo en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. La fecha es el día viernes 6 de octubre a las 19 horas en Te. Pres. J. D. Perón 1719, Dpto 7 “A”, CABA.
La mesa está servida ahonda en la conjunción entre cocina y arte, específicamente, en la capacidad de ambas disciplinas de ser objeto de representación/evocación y metáfora de ciertos preceptos y mandatos culturales.
La utilización en mis obras de platos de sopa (uno de los símbolos de la comida casera materna por excelencia, quizás por su similitud con las primeras papillas con las que el bebé se alimenta) busca generar en el espectador una reflexión crítica sobre las asociaciones primarias, y fuertemente emotivas, que hacemos frente a la comida de la infancia, y sobre aquellos roles de género que automáticamente se vinculan con ella. Además, pretende contrastar la visión romantizada e inocente de la infancia con la percepción adulta de la realidad, donde el mundo se presenta en su estado salvaje y violento. Comenta la artista, sobre su obra.
Los platos de comida aparecen en las obras magnificados, a manera de grandes contenedores, en los cuales los personajes se ven inmersos, muchas veces en situaciones de rescate estereotípicamente romantizadas. El hombre-macho rescata a la mujer-indefensa de un plato de sopa. Este plato simboliza el contexto hogareño/familiar/culinario al cual la cultura relegó durante siglos a la mujer; evidenciando el engaño de un rescate que solo perpetúa un modelo de sumisión.
La sopa es universal, las antiguas recetas de sopa de diversas culturas son muy parecidas a las que figuran en los libros de cocina contemporáneos. Tanto los ingredientes como las técnicas son prácticamente idénticos. Por otro lado, hay un vínculo muy fuerte entre la sopa y los sentimientos de inocencia y vulnerabilidad propios de la infancia. Acoplado a ello, encontramos la relación sopa-curación. Aunque la forma en que nos alimentamos ha variado enormemente y las teorías que asocian la medicina y la nutrición han cambiado de forma radical, la cocina para los convalecientes se ha mantenido constante durante siglos. Eso es lo que hacían nuestros abuelos, los abuelos de nuestros abuelos y decenas de generaciones antes que ellos. Esta doble vinculación con lo infantil y la sensación de curación hacen que el solo ver un plato de sopa nos lleve a sentirnos en un lugar de comodidad y confort, de una vulnerabilidad permisible por un contexto de cuidado cercano a lo maternal. Que las obras den a primera vista ese sentimiento de familiaridad deja al espectador en el estado perfecto para poder ingresar en una segunda capa discursiva: la del comentario crítico, deconstructor de toda una serie de verdades y lugares comunes que asociamos con nuestra crianza, con los valores y preceptos (tanto enseñados activamente como aprendidos inconscientemente) a los que ese plato de sopa automáticamente remite.
La sopa es, en este contexto discursivo, una comida femenina: la elabora la madre en la cocina hogareña y, como tal, es el vehículo simbólico ideal para mostrar una perspectiva feminista de las relaciones sociales. Esos hombres y mujeres, animales salvajes, frondosos bosques y húmedas selvas (que simbolizaron en sus contextos originales la perpetuación de roles de género patriarcales y anacrónicos), invaden y resignifican el espacio de la sopa, se entrelazan y reformulan entre sí, dando lugar a un collage generador de dudas, de replanteos, de análisis y reflexión.
La potencia de la naturaleza instintiva femenina. Por Alejandra De Gatica, Secretaria General Académica de la Universidad Nacional de San Martín.
El instinto de la mujer salvaje ruge desde el interior al que fue conminado. Está allí, trota detrás nuestro, camina por los fondos, aparece entre las sombras, golpea el corazón para recordarnos la potencia de la naturaleza femenina, esa fuerza que siempre y a pesar de todo –la historia, la racionalidad moderna, el orden domesticador, el silencio, el descrédito, la banalización, el menosprecio, el éxito de la cultura por sobre la naturaleza, el predominio del jardín por sobre la selva– reaparece.
El felino rugido instintivo de lo femenino busca desesperadamente hacerse oír, porque está en su esencia alimentar y proteger. Alimentar, cuidar, asistir: capacidades que requieren mucha más fuerza y coraje que la violenta aspiración de conquista permanente de lo otro. Así como se devasta la virgen naturaleza de nuestro planeta, porque es una naturaleza que ataca ese instinto. La domesticación de las habilidades de cuidado les sustrae a ellas su poder natural y las convierte en pesadas cargas sin sentido. El sin sentido, excelentísimo mecanismo de dominación cultural que consolida la desposesión del pensamiento autónomo y crítico.
Alimentar, cuidar, asistir son armas muy poderosas de construcción de lo humano y provienen del instinto femenino salvaje. A contramano de los discursos críticos emancipatorios, hoy la astucia consiste en naturalizar, para devolverle a lo femenino aquello que le fue sustraído, para quitar el maleficio impuesto por el orden disciplinador.
Adentro de esta belleza estereotipada, debajo de esta domesticada educación, detrás de las flores románticas y los edulcorados arlequines vive la naturaleza, la selva, el felino astuto. El poderoso instinto femenino salvaje de la mujer aquí se impone, para recordarnos y alertarnos que somos la última alternativa para esta humanidad mancillada.
Invitación extendida: ¡Te esperamos!
20/09/2023
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